Los capiteles apoyados en el suelo de la sala capitular, aunque puedan parecerlo, no se corresponden al material original del edificio, si no a los trabajos de restauración y consolidación del claustro de los años 60, la primera restauración del monasterio. Esta reforma se inicia a mediados de la década de 1950, culminándose a finales de la siguiente década. El arquitecto encargado de la restauración fue Anselmo Arenillas. El criterio arquitectónico que siguió durante su restauración fue el historicista. Su objetivo era dotar al edificio de su primitiva imagen medieval. Para la consecución de su objetivo realizó diferentes intervenciones como desmontar un coro situado a los pies de la iglesia o desmontar y volver a montar la galería este del claustro. El objetivo de la restauración, a finales de los 60, era la instalación de una congregación monástica cisterciense que nunca llegó.
Los capiteles fueron labrados y colocados en 1968 en las arcadas del claustro y retirados durante la restauración dirigida por José María Pérez “Peridis”, dentro de su idea de restauración respetuosa con la historia del edificio, y el objetivo de no confundir al visitante, que podía pensar en el origen medieval de estas modernas piezas.
Representan en su mayoría hojas de acanto, aunque podemos ver personajes enfrentados, animales fantásticos como un dragón, de clara talla moderna, y animales, parecen felinos, entrelazados con motivos vegetales.