Esta capilla, en principio, fue denominada de Santa María Magdalena y se supone tuvo una finalizada funeraria, tanto para acoger enterramientos como para realizar los preparativos mortuorios. Desde aquí, en procesión, se accedía por la puerta lateral al camposanto. Debido a este primer uso, la sala conserva importantes restos de cal en su interior, ya que, al tratarse de una sustancia abrasiva, la cal ayudaba a limpiar y desinfectar los muros y así evitar la propagación de enfermedades entre la congregación. Posteriormente pasó a ser denominada como la capilla privada del abad.
La decoración de la fuente actual, cuya base no es la original sino fruto de la restauración de los años 80, corresponde al siglo XVI. Los capiteles, en su mayoría, son de tipo vegetal, salvo en dos casos, en los que, aunque deteriorados, podemos ver la representación de arpías, con cuerpo de rapaz y busto femenino, y grifos, con cuerpo de león y pico, torso y alas de águila, ambos muy habituales en el románico.
La sala es un buen ejemplo de románico de transición hacia el gótico, apreciando una estructuración románica, con ventanas de medio punto, aunque con una cubierta de bóvedas de crucería góticas que todavía no logran la finalidad de dar altura e iluminación al espacio.
Al exterior, la ventana más cercana al arroyo quedó oculta hasta la segunda rehabilitación del edificio. Sus capiteles se encuentran en buen estado de conservación, de no ser por las fracturas angulares ocasionadas por el adosamiento del muro del siglo XVIII. Uno de sus capiteles presenta arpías afrontadas tocadas por un capirote.